martes, 5 de agosto de 2008

El barrio de los campeones

Beisbolistas, boxeadores y futbolistas de fama mundial han salido de Puerto Caimito.

Algunos caimiteños creen que la harina de pescado suelta nutrientes que flotan en el ambiente y que los hace muy buenos atletas.

Jean Marcel Chéry

Para los niños de Puerto Caimito, su barrio es un inmenso polideportivo. Las casas, árboles y los autos que transitan estorban. Están ubicados en medio de sus imaginarias canchas de fútbol, cuadriláteros de boxeo y diamantes de béisbol. Pero esas pequeñas incomodidades no les impiden jugar a sus anchas y saborear sus ficticios momentos de gloria.
Ni siquiera un aguacero de mayo suspendió el simulado combate entre Wilmer, de 12 años, y su primo Leonardo, de 11. Ambos descalzos y de apellido Rivera. Ninguno llega a 80 libras, pero ya lanzan golpes como los campeones de boxeo que sueñan llegar a ser. No sería raro que lo alcanzaran. Puerto Caimito -un corregimiento costero de 95 años, fundado por darienitas y colombianos- es un criadero de deportistas de fama mundial.
La pelea la hacían a la entrada de la calle José María Castañón, justo sobre un charco y frente a la casa de crianza de Rubén Rivera, jonronero de los Piratas de Campeche, del béisbol mexicano. Allí, Rubén -primo de Mariano- juega una temporada de transición, antes de gestionar su retorno a la carpa grande. Uno de los pequeños púgiles, Wilmer, es hijo del ex grandes ligas. Al menos eso dice su madre, Itzel Escudero, que vive al lado de la casa donde creció Rubén Rivera.
Itzel, sin embargo, no está del todo feliz con el espíritu deportivo de Puerto Caimito. Reclama que Rubén, hace mucho, “no le da ni un real a su hijo. No sabe si come o no come”, reprocha.


EL NIDO DE ‘EL LOCO’


Aunque una calle con el nombre José María Castañón puede evocar una imponente carretera, realmente es un ancho camino de tierra y piedras. Al final de la rústica vía hay toda una cuadra de casas sobre pilotes de un metro de altura, que deja saber las precauciones a tomar cuando se vive junto al mar. Por los resquicios de entre los tablones de las paredes se puede echar un vistazo al interior: comedor, cocina y dormitorio en una sola pieza. En una de esas casas sobre troncos vive Anaika Camargo, quien presenta a su hija Aillen, de cinco años, como la hija de El Loco Mosquera. Según Anaika, el rancho, de apenas unos ocho metros cuadrados, es el nido de amor de ella y el nuevo campeón súper pluma de la AMB. “Pero si preguntas allá -dice Anaika señalando la casa de Mosquera, a 20 metros de la suya- te dicen que la niña no es su hija”. En efecto, así sucede. Allá todos dicen que la pequeña es hijastra de Mosquera.
Daysi, hermana menor del campeón, jura que “El Loco” solo tiene tres hijos, con tres mujeres diferentes: una de Darién, otra de San Miguelito y la otra del centro de La Chorrera. La hija de Anaika no está entre ellos...
Daysi aún recuerda cuando “El Loco” fabricaba guantes con trozos de polifom y salía a retar a cualquiera de la gavilla del barrio. La mamá de Mosquera, Andrea, no estaba en casa el mediodía del pasado martes. En ese momento compartía con su hijo, “El Loco”, el homenaje que el presidente, Martín Torrijos, le hacía en el Palacio de las Garzas, junto con Roberto La Araña Vásquez, otro recién coronado campeón del mundo (pero no caimiteño).

PAZ ENTRE ATLETAS


En Puerto Caimito, sin embargo, hay más que historias de triunfos deportivos y paternidades imprecisas. Allí también se encuentran historias de riñas y reconciliaciones que -otra vez, la casualidad- tiene a los deportistas del pueblo como protagonistas. Andrea, la madre de “El Loco”, sabía que su hijo andaba por Nueva York, allá por Estados Unidos, y que el sábado 30 de abril buscaría un título mundial de boxeo en un coliseo llamado Madison Square Garden. Aunque no había forma de ver el combate “en vivo”, pues no fue transmitido por televisión a Panamá, Andrea se enteró del resultado minutos después de la decisión de los jueces en Nueva York. El mensajero de la buena nueva fue Manuel Garcés, padre del titular delantero de la selección absoluta de fútbol José Luis 'El Pistolero' Garcés, quien -por sus problemas con la justicia- perdió un fichaje con el Deportivo Independiente Medellín (DIM), de la primera división colombiana. Era avanzada la noche del sábado. La mamá de “El Loco” caminaba por la calle principal de Puerto Caimito, frente a la casa donde “El Pistolero” Garcés vivió su infancia, cuando el papá del futbolista le gritó: “¡Andrea, felicidades, su hijo es campeón!”.
El papá de los Garcés había escuchado la noticia durante la transmisión del juego de fútbol entre Panamá y Colombia del recién concluido mundialito sub 20. Como se ven las cosas, parece que las heridas entre los Garcés y los Mosquera han cicatrizado.
La fricción entre las familias comenzó hace dos años, cuando “El Pistolero” Garcés baleó en la pierna derecha a “El Loco”, herida que lo mantuvo ocho meses fuera del ring.


ALGO EN EL AMBIENTE


Pero, ¿por qué de Puerto Caimito salen tantos deportistas? Nadie en el barrio puede explicarlo. Por lo menos, no en serio. “Es algo en el ambiente”, dice un grupo de caimiteños reunidos en la plaza del puerto. Uno de ellos va más lejos, incluso. Explica que en el aire flotan los nutrientes provenientes de la harina de pescado que procesa la industria Promarina S.A., que opera allí desde 1955. “Aunque hiede, te fortalece todo el sistema respiratorio”, dice casi convenciéndose a sí mismo. Desconocido hasta hace poco, ahora el pueblo tiene esa fama casual que le han otorgado sus deportistas. En la junta comunal, la secretaria hace su propio inventario de “glorias”. Habla de algunos famosos y otros olvidados por la historia deportiva, como Manuel Girón y su sobrino, Edilberto, quienes -según ella- fueron firmados por la organización de los Piratas de Pittsburgh en la década de los 70 y del 90, respectivamente. Una de las paredes del lugar está ocupada con fotografías de esos “colosos”. Otro de los lugareños reunido en la plaza cuenta que allí se aprende a nadar antes que a caminar, y que por ello la musculatura se desarrolla temprano. “Nada más mira el ejemplo de Mariano [Rivera]”. Lo cuenta porque Mariano tuvo como patio trasero, durante toda su infancia, la orilla del mar. Allí, en la arena, el cuatro veces campeón de la Serie Mundial convertía los cartones de las cajetas en manillas. “¿Dime si correr en la arena no te pone las piernas strong?” pregunta un adolescente entrometido en la charla. La casa de Mariano Rivera, por cierto, está ubicada a 200 metros de la vivienda de los Garcés. Hoy, en esa primera casa de Mariano vive su tío Marcos Rivera, un pescador que prefirió no entablar diálogo. La segunda casa del cerrador estelar de los Yanquis de Nueva York -la mansión que se construyó en Puerto Caimito con el dinero ganado en su carrera- está ahora mismo en venta. Al caer la tarde frente a la casa de Marcos, los niños que jugaban al boxeo hace unas horas habían cambiado de disciplina deportiva. Corren detrás de un balón de fut. Entre ellos, Wilmer y sus compinches. Tienen un partido el domingo. Su equipo: “Las promesas”.

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