martes, 5 de agosto de 2008

Cristobalina, 23 años sirviendo al público

En la oficina de Trabajo Social de Parque Lefevre hay mucho más que relaciones de trabajo

JEAN MARCEL CHERY

En sus 23 años al servicio del Centro de Trabajo Social de Parque Lefevre, Cristobalina hizo cientos de informes de entrega de frazadas y colchones para damnificados de fuegos e inundaciones, notas de compra de ataúdes para deudos, diagnósticos sociales de parejas en pugna, que muchas veces incluyeron litigio de bienes y separación de cuerpos. Trabajó de lunes a viernes, y uno que otro sábado, para el Municipio de Panamá, sin descanso y sin remuneración.
Por suerte es una máquina de escribir Olimpia, que no reclama aumento salarial, inclusión en la carrera administrativa, vacaciones acumuladas ni décimo tercer mes.
Su fiel compañera, la secretaria del Centro de Trabajo Social Municipal, Sandra De Gracia, la utilizó desde el primer día de trabajo en esa oficina de Parque Lefevre, por el año de 1981.
Pese a su mecánica diligencia, Cristobalina -como Sandra la bautizó, poco después de conocerla- fue reemplazada hace dos años. Una máquina eléctrica Brother, con pantalla y cinta correctora, la obligó a un retiro relativo.
"Mi Cristobalina no es una máquina cualquiera, es mi compañera... mi amiga y hasta mi confidente", comentó Sandra, mientras reparaba en el desgaste de sus teclas.
El mimado artefacto de trabajo ha sido testigo del arduo trabajo de Sandra, quien junto a su jefa, Elidia Cubilla, da de comer a los indigentes de Parque Lefevre cada miércoles.
Sobre el rodillo de Cristobalina, Sandra apunta cada ayuda que el municipio otorga a los residentes de Parque Lefevre, cuando son víctimas de siniestros.
Aunque en la oficina hay aire acondicionado, casi siempre está apagado. La empleada municipal prefiere mantener la puerta abierta para recibir atenta al que se presenta a pedir ayuda a la oficina de trabajo social, ubicada en Calle Sexta, Parque Lefevre, atrás de la piscina y junto a la biblioteca.
El departamento de Trabajo Social oficialmente no entrega ayudas en efectivo, pero nunca falta quien se presente a la oficina de Sandra con el propósito de completar para "un pasaje", el tanque de gas o "la leche de los pelaos". Pocas veces salen sin respuesta. El efectivo sale de los bolsillos de las funcionarias.
El día que no hay, por lo menos se llevan un buen consejo de Sandra, quien estudió hasta el quinto año de psicología.
Con la complicidad de Sandra, Cristobalina muchas veces sirvió para pasar las tareas de más de un chiquillo que no tenía cómo hacerla en casa.
Pero el espacio de la mesita que Cristobalina ocupó más de 20 años, ahora es para la máquina eléctrica sin identidad, sin nombre y sin el cariño de Sandra. La Olimpia quedó relegada, fue ubicada sobre el archivador. Pero sin funda, porque Sandra recurre a ella cuando la moderna Brother "no me acompaña".
Eso ocurre cuando debe preparar amplios cuadros tabulados. El carro grande de Cristobalina permite colocar páginas ocho y medio por 13, a lo largo. En la nueva, solo tiene espacio para colocar hojas de 11 pulgadas de largo. Además, solo apunta la "ñ" en mayúscula, protestó la funcionaria.
Como ya tiene 54 años, Sandra ya piensa en la jubilación. Pero no quiere irse sola. Tiene pensado remitir una carta a sus jefes, para pedir, en donación, a su compinche, Cristobalina. Antes de que el viejo artefacto termine en un basurero, la secretaria quiere pasar su retiro, junto a su compañera, su amiga, su confidente.

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